En la década de 1960 Costa Rica ocupaba el último lugar en Centroamérica en cuanto al servicio telefónico y en todas las telecomunicaciones en general.
Las redes telefónicas y telegráficas del país se encontraban en muy mal estado, en un contexto en que la mayoría de países del mundo estaba dando un gran salto con el uso de nuevas tecnologías y sistemas automáticos de telefonías.
Estos factores provocaron el interés del Estado costarricense por modernizar las telecomunicaciones del país e impulsar que se convirtiera, como lo hizo la electrificación, en una herramienta de desarrollo económico y social, y no solamente un servicio de lujo para las clases más ricas.
Dada la capacidad que el ICE estaba demostrando en la solución del problema eléctrico del país, el Gobierno le solicitó que se hiciera cargo también de este importante proyecto.